Hoy, como cada día, en un martirio de pensamientos contrapuestos que me evaden del mundo, he recordado una palabra que hoy día no tiene apenas verdadera importancia y que cada cual la interpreta como quiere y conformándose a pesar de hacerlo mal: amistad.
Es fácil llevarte bien con mucha gente, igual que lo es ser un ser con capacidades de relacionarse natas, pero ¿es fácil tener amigos?.
Según toda mi breve experiencia, la amistad se labra a base de tiempo, esfuerzo y dedicación. Quizá por eso se suele decir que los amigos de la infancia son los que nunca se olvidan, pues ellos son los que te han visto crecer, cometer errores y en muchas ocasiones te han ayudado a enmendarlos.
Parece ayer cuando estaba en los míticos campamentos de verano con los que consideraba mis eternos compañeros de viaje, pero no, las míticas habladurías de que la gente cambia parecen ser ciertas. Cada uno de esos ``hermanos´´ cogió su correspondiente camino alejándose del resto y creando en mi un inmenso vacío que por muchas pipas que coma y cerveza que beba no se llena.
Pero entre pipa y buche, hoy me han demostrado que todo es relativo, que nunca puedes afirmar algo con la suficiente certeza de que se cumpla, hoy me han recordado esa ilusión de hacer miles de cosas junto con esas personas que un día veías insustituibles.
Reconozco que me da pena perder piezas tan importantes, pero más pena me da quedarme inmune e inactivo ante el transcurso de estos acontecimientos que por si no fueran problemáticos se complementan con el constante ajetreo de mi mente de un lado para otro.
La conclusión y moraleja de todo esto todavía no la tengo muy clara, pero lo que no dudo es en lo inútil e ignorante que he sido tirando por el retrete trabajos de decenas de años, al igual que no dudo de las ganas que pienso poner en enmendarlo.